El pasado sábado 7 de mayo se celebró en la comunidad selvática de La Florida en la provincia de Chanchamayo, la beatificación de la religiosa María Agustina Rivas Lopez, conocida cariñosamente como Aguchita, quien fue asesinada por odio a la fe por integrantes del grupo terrorista Sendero Luminoso en 1990.
La Misa de beatificación fue celebrada por el Cardenal venezolano Baltazar Porras Cardoso enviado del Papa Francisco, quien sustuvo que en Aguchita “el martirio no fue una improvisación, sino el holocausto final del amor a su vocación”, también indicó que la vida de la nueva beata “significó una vida muy sencilla y profundamente cristiana, enraizada en una experiencia mística, que es un ejemplo para las generaciones actuales. Es un ejemplo para lo que nosotros podemos hacer como creyentes, promoviendo el bien de nuestro prójimo con alegría, esperanza, con auténtico sentido de misericordia” por lo que “como buena pastora dió la vida por sus ovejas”.
A esta gran celebración asistieron nuestras hermanas de la comunidad de Ayacucho como parte de la delegación de esta ciudad encabezada por Monseñor Salvador Piñeiro, también asistieron nuestras hermanas Natalia Garro y Paola Orjeda, quienes además de participar de la beatificación de Aguchita, conocieron de cerca el lugar del martirio y el lugar donde la nueva beata sirvió sus últimos tres años en la amazonía del Perú. Nos comparten su experiencia:
“Fue un gran regalo estar ahí y fue una gracia muy hermosa poder ir como comunidad. Celebrar la santidad de Aguchita como Iglesia, me enseña a descubrir y resaltar la bondad de mis hermanas, la acción de Dios en cada una de las siervas. Fue un tiempo de renovar el ardor apostólico y las ganas de vivir la sencillez, el amor intenso y la entrega”. (Hna. Janeth Cárdenas)
En este nuevo tiempo que Dios me permite vivir en la misión, ha sido un regalo poder ir a la beatificación de la Madre Aguchita. Ella me enseña que la “muerte no se improvisa” sino más bien se va construyendo en el día a día y que mi unión a Dios se tiene que ir haciendo muy profunda, para poder irradiarlo a Él. (Hna. Dulce Romero)